El combate al huachicol

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La palabra huachicol o guachicol, según la Academia Mexicana de la Lengua, tiene dos acepciones: la primera se refiere a la bebida con alcohol adulterado, y la segunda define una pértiga en cuya punta cuelga una canasta con la cual se recogen los frutos de los árboles; seguramente de esta última se deriva la nueva acepción de la palabra, que se refiere a la actividad de quienes se dedican al robo de hidrocarburos en México.

Aquellos dos niños de 8 y 10 años se escondían entre los matorrales, viendo una camioneta grande que contenía tres tanques y se acercaba al fondo de aquel barranco. De ella bajaron cuatro sujetos, uno se dirigió a dos de ellos que llevaban pico y pala y empezaron a excavar donde se les indicó, hasta que llegaron a un tubo grueso que perforaron conectándolo a otro tubo del que empezó a emerger la gasolina.

Los cuatro sujetos empezaron a llenar los bidones y los tanques que estaban en la camioneta, pero mucha gasolina que se derramaba, contaminando el suelo.

Los niños se retiraron discretamente y, una vez fuera de la vista, corrieron a avisarle a su padre que trabajaba en la labor. El padre dejó lo que estaba haciendo y, a su vez, corrió hacia el poblado ejidal, para reunir a los campesinos y pedir apoyo a las autoridades. En un camión destartalado fueron hasta la cabecera municipal, pero el delegado de policía y el edil no estaban y nadie les ayudó. Desilusionados volvieron a su pueblo.

Algunos acudieron al lugar de la toma clandestina para ver qué pasaba. Cuando llegaron, los huachicoleros se habían ido, sin molestarse en cerrar la fuga, y una buena cantidad de tierra se había impregnado del hidrocarburo y vuelto inútil para la siembra, además de penetrar el suelo contaminando el agua subterránea.

Ante la ausencia de autoridades, decidieron ir por bidones y volver para tomar la mayor cantidad de gasolina posible.

“Con eso nos repondremos un poco del daño que nos causaron”, dijo uno de ellos. “Al fin y al cabo, la policía no nos va a ayudar”, concluyó.

Esta historia representa una mínima expresión de lo que significa la magnitud del robo de hidrocarburos en México, que se convirtió en un negocio de 60,000 millones de pesos anuales y que no puede explicarse por simples tomas clandestinas como la descrita; esta actividad requiere de una gran infraestructura y tecnología que, ahora sabemos, brotaba de Petróleos Mexicanos y una extensa red de corrupción que incluía empresarios y políticos de alto nivel, sin que en los sexenios de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón se hiciese gran cosa para combatir ese fenómeno, que perjudicaba a toda la sociedad, desde el más humilde campesino, hasta el más opulento empresario.

El daño es para todo el país. Sólo basta ver como el precio de la gasolina se fue elevándose a la par que creció el huachicoleo. Todos pagamos lo que la paraestatal tenía que reponer en pérdidas por los robos no combatidos y muy posiblemente aceptados y, en algunos casos, incentivados por las más altas esferas del poder.

Es en este nuevo gobierno que se tomó la decisión de combatir ese fenómeno, cuyo caldo de cultivo tiene como ingredientes la corrupción y la impunidad; pero es indudable que se afectan intereses de muy alto nivel, un negocio de decenas de miles de millones de pesos no se toca sin crearse muchas malas voluntades y esto ya se tradujo en una guerra en las redes sociales, con la cuál se trata de perjudicar la imagen del combate al huachicoleo y reducir el nivel de las acciones que el nuevo gobierno realiza.

Las medidas tomadas tienen repercusiones lastimosas para algunas regiones de México, todas ellas relacionadas con los ductos de transporte de hidrocarburos, principalmente en el centro del país, pues el cierre de dichos ductos acarreó el desabasto de combustible, con el consecuente daño al transporte comercial y particular.

Es indudable que la economía se ve afectada por estas medidas, así como el costo que se tiene por el incumplimiento de contratos de transporte y compra de combustibles a nivel internacional, pero, el enfrentamiento que el nuevo gobierno hace al problema, es una medida valiente.

Se pretende comparar este combate al robo de hidrocarburos con la estrategia de guerra contra el crimen organizado que inició Calderón en 2006, cuando sacó definitivamente al ejército a las calles, lo que devino en una matanza de mexicanos como no ha habido en un siglo.

Pero la gran diferencia entre ambos combates al crimen es que el de Calderón implicó una estrategia de enfrentar al crimen con violencia y se buscaba cortar las cabezas dirigentes de los grupos criminales. Guerra perdida por falta de inteligencia.

El combate al robo de hidrocarburos que ahora se realiza conlleva una labor de inteligencia financiera que ha llevado a la detección y congelamiento de cuentas bancarias y decomiso de propiedades, en una escala que seguramente debilitará las grandes estructuras que, durante casi dos décadas, se fueron creando con ese ilícito y lucrativo negocio.

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About Post Author

Oscar Muller Creel

Oscar Müller Creel es Doctor en Derecho especializado en derechos humanos, ética profesional, seguridad publica, corrupción y libertad de expresión. Ha escrito diversos libros y artículos científicos. Columnista en varios medios de comunicación internacionales, tanto para prensa como radio. Si usted desea publicar esta columna en su medio de comunicación, agradeceremos se comunique con nosotros. OMC Opinión. Todos los Derechos Reservados 2015
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