Hidalgo: la revuelta y la violencia

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Encadenados y humillados los insurgentes desde Acatita del Bajan, iniciaban el largo camino por el desierto para enfrentar su destino en la Villa de Chihuahua.
Encadenados y humillados los insurgentes desde Acatita del Bajan, iniciaban el largo camino por el desierto para enfrentar su destino en la Villa de Chihuahua.

En la Nueva España de principios del siglo XIX, a pesar de existir una fuerte inconformidad por las diferencias sociales, un gran sector de la sociedad no tenía conocimiento sobre lo que sucedía en otras partes del mundo y tampoco el poder económico para hacer estallar una revuelta en contra del Gobierno establecido, se requería de una clase social que si tuviera esas cualidades: los criollos eran esa parte de la sociedad, eran intelectuales, miembros de la iglesia, industriales, hacendados o comerciantes, que si tenían los elementos necesarios para rebelarse en contra del gobierno, entre ellos destacan dos: uno perteneciente al clero: Miguel Hidalgo y Costilla quien había nacido en 1753 en la Hacienda de San Diego de Corralejo en la provincia de Guanajuato, de donde salió a sus doce años hacia la ciudad de Valladolid, hoy Morelia, para estudiar en el Colegio de San Nicolás en donde recibió educación formal y a los diecisiete años era ya maestro de Filosofía y Teología, dado su habilidad mental le apodaban “El Zorro”; el otro criollo que destacó en los primeros meses de la guerra de independencia fue Ignacio Allende y Unzaga quien había nacido en San Miguel el Grande, hoy San Miguel Allende, en 1769 en el seno de una familia de comerciantes acaudalada, lo que le permitió ingresar al ejercito virreinal en 1802, en donde llegó a obtener el grado de capitán.

La diversa formación de estos dos líderes es quizá una de las causas que provocó que el movimiento insurgente fracasara al inicio de la independencia, pues entre ellos surgieron diferencias que debilitaron el mando y control de las tropas rebeldes a grado tal que fueron derrotadas y sus líderes aprehendidos, juzgados y muertos.

En un principio el plan revolucionario tenía como intención establecer juntas de vecinos en las principales poblaciones de las Nueva España para que fuesen allegándose simpatizantes a la causa, y preparase bien para iniciar la insurgencia, pero esto no fue posible pues las autoridades virreinales tuvieron conocimiento del plan y actuaron para detener a los líderes del movimiento, esto provocó que los planes se adelantaran y la revuelta estalló el 16 de septiembre de 1810, en el Pueblo de Dolores Guanajuato.

Ante lo intempestivo del inicio de la insurgencia fue necesario improvisar una tropa, mal armada y menos organizada, de vecinos y personas de las clases bajas, que encontraban en el rencor alimentado por siglos de explotación un aliciente para cobrarse contra aquellos que identificaban como sus explotadores: los gachupines.

La turba así formada tomo control del Pueblo de Dolores, de ahí llegaron a San Miguel el Grande, sin encontrar resistencia, luego tomaron las ciudades de Celaya y Salamanca y en cada población se le iba sumando más gente, tanto tropas entrenadas como civiles, en la ciudad de Guanajuato los españoles se fortalecieron con las tropas leales a la Corona en la Alhóndiga de Granaditas, un edificio grande y fuerte construido de cantera, que en aquel tiempo se utilizaba como almacén de grano y centro de comercio; el 28 de septiembre las tropas insurgentes tomaron la ciudad y el edificio en una cruenta masacre de más de trescientos españoles, la mayoría civiles entre los que se contaban mujeres y niños.

Durante estas batallas se dieron por parte de los insurgentes dos tipos de masacres: las realizadas por la turba y las ordenadas por los líderes militares, la de Guanajuato es ejemplo de la primera, pero por órdenes del propio Hidalgo en Valladolid se pasaron por cuchillo a cerca de cincuenta gachupines y en Guadalajara a trecientos cincuenta de ellos. Esto causó fricciones entre Hidalgo y Allende pues este como militar no veía con buenos ojos la indisciplina de las multitudes y las matanzas y saqueos que estos realizaban, pero Hidalgo argumentaba que el permitir el vandalismo les allegaba más gente a su causa y por otro lado estos representaban una justicia social de la que la gente estaba ávida.

Aunque debe considerarse que la violencia se dio también por parte de las tropas realistas que atacaban a las poblaciones consideradas leales a los rebeldes, realizando actos vandálicos en contra de sus pobladores, el historiador Lucas Alamán menciona los casos del Comandante Fernando Romero, de la plaza de Querétaro, quien tenía fama de quitar la vida en lo personal a muchos prisioneros que se encontraban atados de manos o el de Ildefonso de la Torre, quien en septiembre de 1811 cerca de San Juan del Río masacró a diversas familias insurgentes sin distinción de edad o sexo.

El 26 de noviembre las tropas de Hidalgo entraron a la ciudad de Guadalajara donde fueron recibidos con vítores por la población, aprehendiendo a los gachupines que no pudieron escapar, con el resultado de la masacre relatada anteriormente. Las tropas insurgentes se acuartelaron en esa ciudad pero en enero de 1811, les llega la noticia que las tropas leales a la Corona comandadas por Calleja, se encontraban en San Juan de los Lagos, debido a esto surgen de nueva cuenta diferencias entre Hidalgo y Allende pues aquel quería salir al encuentro del enemigo, en tanto que Allende era de la opinión de hacerle frente en Guadalajara; Hidalgo decide salir con sus tropas a enfrentar a Calleja y en el lugar denominado “Puente de Calderón”, es derrotado por una milicia muy inferior en número pero más disciplinada y mejor equipada.

Hidalgo vuelve a Guadalajara y de ahí se dirige a Aguascalientes y Zacatecas en donde es alcanzado por Allende y otros jefes militares, quienes lo degradan de su cargo como general de las tropas insurgentes dirigiéndose a Saltillo, población que abandonan el 16 de marzo con rumbo a Monclova; en un paraje al norte conocido como “Norias de Baján”, son sorprendidos por las tropas realistas que les hacen prisioneros.

Los insurgentes comenzaban un derrotero por los ásperos desiertos del norte de México hacia la lejana Villa de Chihuahua, en donde serían juzgados y ejecutados.

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Oscar Muller Creel

Oscar Müller Creel es Doctor en Derecho especializado en derechos humanos, ética profesional, seguridad publica, corrupción y libertad de expresión. Ha escrito diversos libros y artículos científicos. Columnista en varios medios de comunicación internacionales, tanto para prensa como radio. Si usted desea publicar esta columna en su medio de comunicación, agradeceremos se comunique con nosotros. OMC Opinión. Todos los Derechos Reservados 2015
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