El cuerpo de aquel niño, de apenas cuatro de edad, yacía inerme en los brazos de su madre; cuatro días antes, el pequeño se había sentido mal, todo empezó con dolores de cabeza y una gran sed y a pesar de beber agua continuamente, su boca empezó a secarse, al siguiente día, no podía sostenerse en pie, pues los mareos se lo impedían  y debía permanecer acostado, unas horas antes, había empezado a arrojar sangre por boca y nariz; su madre había consultado a los chamanes de la aldea, pero ellos mismos se sentían impotentes ante la extraña enfermedad, habían tratado de curarlo con estafiate y continuos baños en el temazcal; la madre había encendido copal dentro de la cabaña, para alejar los malos aires que llevaban la enfermedad a su hijo; pero todo había sido inútil y en el momento en que el pequeño falleció, ella tomo entre sus brazos el delgado cuerpo ya inerte y volteando hacia el cielo, con la rabia que le invadía ante aquello que le había privado del fruto de sus entrañas gritó: –cocolitzli-, como queriendo maldecir aquel espíritu que había acabado con la vida del pequeño.

La palabra cocoliztli, deriva del nahuatl, idioma utilizado por los nativos de la zona central de México, y significa peste; esta enfermedad fue una gran aliada de los conquistadores, que en esos años avanzaban por el territorio de América, sometiendo a los pueblos indígenas por medio de la fuerza, pero también y, sin saberlo, por medio de esta enfermedad que diezmó a la población que podía oponérseles.

Tres décadas antes, esa misma enfermedad había matado a una gran cantidad de nativos que habitaban los territorios recién descubiertos. Cuando inició la conquista de México, había entre 15 y 30 millones de nativos y se calcula que las enfermedades que los conquistadores trajeron consigo, acabaron con al menos la mitad de la población indígena.

De acuerdo con un artículo elaborado por los investigadores Puente y Calva, las peores epidemias se dieron, de 1545 a 1548 y 1576 a 1580, los médicos españoles que derivaba de una enfermedad altamente contagiosa y distinta de las ya conocidas, como la viruela y el sarampión, las que habían sido los mejores aliados de Cortés en la conquista de Tenochtitlan. Los síntomas de esta nueva enfermedad eran diversos y debido a las hemorragias que le caracterizaba, le llamaron “Pujamiento de Sangre”. Hasta hace pocos años se desconocía la verdadera naturaleza de esa enfermedad.

Los descubrimientos que la ciencia ha realizado del Ácido Desoxirribonucleico, mejor conocido como ADN, ha permitido ir desentrañando los misterios de enfermedades del pasado. En 1998, científicos europeos estudiaron la pulpa de dientes que extrajeron de cadáveres de personas que murieron por peste bubónica, enfermedad que devastó a Europa entre 1347 y 1351 y que fue conocida como la “Muerte Negra”, a través del estudio genético de ese material se pudo confirmar que la causa de la muerte fue precisamente la cepa de la peste bubónica.

En un cementerio ubicado en Teposcolula-Yucundaa, en la zona Mixteca de Oaxaca, fueron enterrados individuos que se sabe murieron por la enfermedad propalada pocos años después del inicio de la conquista, la científica Nelly Robles relata que durante la mortandad, los cuerpos eran enterrados en fosas comunes de hasta ocho individuos y que en las tumbas de esos cementerios existe la seguridad de encontrar víctimas de esa pandemia, por lo que las técnicas de análisis de pulpa dental fueron aplicadas a 24 esqueletos recuperados en la necrópolis Mixteca, por científicos del Instituto Max Planck de Alemania, la Universidad de Harvard, de Estados Unidos y del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) y se ha descubierto que la muerte de una gran parte de la población indígena en América durante el siglo XVI, fue, muy posiblemente, causada por la bacteria denominada Salmonella enterica, que provoca la enfermedad conocida como Fiebre Tifoidea, que se trasmite vía oral por agua o alimentos contaminados con excremento. Las condiciones de esclavitud y hambre a que era sometida la población indígena durante la colonia, aunadas al consumo de alimentos de origen animal traídos a América, como los cerdos o el pollo, son las causas más probables de que esta enfermedad se propalara en la población nativa, que no tenía las defensas que los europeos habían

desarrollado durante siglos.