La era Trump, ¿tiempo de tortura?

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El líder religioso Hassan Mustafa Osama Nasr caminaba en Milán, Italia, aquella fría mañana de febrero de 2003 cuando, sorpresivamente, fue introducido por la fuerza a un vehículo y más tarde a un avión y trasladado a Egipto, en donde por cuatro años estuvo preso y sin juicio, tiempo en que fue torturado y donde, según describió, continuamente escuchaba los gritos de otras personas que también eran sometidas a tortura. Debido a este caso, la justicia italiana realizó un juicio en el que 23 oficiales de agencias estadounidenses fueron encontrados culpables del secuestro y tortura de Nasr, sin que a la fecha se haya podido ejecutar la sentencia, pues los agentes están protegidos por el gobierno de su país.

En diciembre de 2014 el Senado de Estados Unidos publicó un informe sobre investigación efectuada respecto de las prácticas de torturas de la Agencia Central de Inteligencia y el ejército, durante el gobierno del presidente George W. Bush.  Esto provocó un nuevo informe, ahora realizado por Human Rights Watch (HRW) alrededor del mundo y tiene presencia en más de 40 países. En 2015 se presentó el reporte “No más protestas. Una guía para la justicia por las torturas de la Agencia Central de Inteligencia”.

El documento menciona el hecho conocido que luego de los ataques a las Torres Gemelas en Nueva York, la CIA operó un programa, a nivel mundial, de secuestros que recayeron en personas por el simple hecho de ser consideradas sospechosas, a las que tuvieron prisioneras, en secreto, en ocasiones por años y, en otros casos, los entregó a gobiernos de otros países, donde corrieron similar suerte. Además de esto, durante el aprisionamiento de estas personas, se les sometió a actos de tortura por el tiempo que estuvieron bajo la custodia de la agencia.

HRW relata que muchos de los detenidos eran encarcelados en cuartos oscuros, encadenados a las paredes, en ocasiones desnudos o sólo con pañales, por semanas o meses. Estas personas eran sometidas a posiciones corporales dolorosas, que les impedían dormir, por días, al punto que muchos llegaban a tener alucinaciones o a rogar porque les mataran para acabar con su sufrimiento.

Fue muy común el uso del “ahogamiento simulado”, una técnica que provoca sofocamiento y ansiedad.

Otra práctica fue hacinar a los detenidos en contenedores estrechos, sin posibilidad de bañarse ni cortarse las uñas o el cabello o hacer sus necesidades fisiológicas en lugares adecuados. Uno de ellos, al ser cuestionado sobre este sufrimiento comentó: “parecíamos monstruos”.

El análisis menciona que el gobierno de EEUU poco o nada ha hecho para castigar a los responsables y resarcir a las víctimas, a pesar de tener obligaciones contraídas internacionalmente en ese sentido. Se pretexta que los oficiales estadounidenses recibieron memorándums de sus superiores que les autorizaron dichas prácticas.

Conforme a HRW, la impunidad provocada por el gobierno de EEUU sea un factor detonante para que estas prácticas vuelvan a producirse, a pesar de su prohibición en los primeros meses de la Administración Obama, y todo parece indicar que esto será una realidad.

En su campaña, el actual presidente estadounidense preguntó al público, durante un mitin de 28 de junio de 2016, “¿qué opinan sobre el ahogamientos simulado?”, “Me gusta mucho. No creo que sea suficientemente duro”. Aunque esto no es nuevo, pues en las precampañas para la presidencia de 2012, la mayoría de los candidatos republicanos aprobaban esta técnica de tortura. Pero existe una gran diferencia en que lo diga un candidato a que lo diga el presidente en funciones, pues las campañas son verbo y la presidencia es acción; pero Donald Trump, el 25 de enero del año pasado, insistió en su discurso de utilizar la tortura para combatir el terrorismo, aunque un poco más moderado, pues afirmó que esa decisión sería tomada en el Consejo de Seguridad.

El informe del Senado de 2014 menciona que la tortura en poco o nada sirvió para un efectivo combate al terrorismo. En realidad, estas prácticas lo que hacen es darle impulso a la actividad que se pretende combatir, pues proporciona una motivación a los grupos terroristas para reclutamiento de miembros activos y simpatizantes; además, es de observar que por cada persona desaparecida y torturada, hay varias a ella allegadas que se sentirán ofendidas por generaciones, provocando con esto un sentimiento antiamericano.

A esta fecha no se conoce si en realidad las amenazas de Trump para reactivar la tortura se cumplen, peros hay signos preocupantes en este sentido pues en su informa sobre el Estado de la Unión fue claro en la decisión de conservar la prisión de Guantánamo, uno de los sitios de tortura que ha sido conocido y criticado fuertemente por la comunidad internacional. Bajo esta situación, EEUU perderá liderazgo ante la comunidad internacional, sin duda.

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About Post Author

Oscar Muller Creel

Oscar Müller Creel es Doctor en Derecho especializado en derechos humanos, ética profesional, seguridad publica, corrupción y libertad de expresión. Ha escrito diversos libros y artículos científicos. Columnista en varios medios de comunicación internacionales, tanto para prensa como radio. Si usted desea publicar esta columna en su medio de comunicación, agradeceremos se comunique con nosotros. OMC Opinión. Todos los Derechos Reservados 2015
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