Las pulgas y el Corona Vírus

Publicado el Por Oscar Muller Creel
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Caminaba por ese sendero polvoriento, se sentía agotado, pero no tenía otra opción, cuando menos así se lo decía su mente. Las sombras ya eran largas y no recordaba cuándo ni cómo había llegado a ese bosque, pero se empezaba a preocupar, si no encontraba refugio pronto, tendría que pasar la noche en despoblado y temía a lo que pudiera surgir de la profundidad de aquella selva.

La noche llegó, a pesar de sentirse cansado, decidió no parar. La luna iluminaba lo suficiente para distinguir el sendero gris y así siguió durante horas, hasta que vio una luz que, al poco tiempo, se transformó en una hoguera, alrededor de la cual varios sujetos parecían divertirse; cuando le vieron, lo invitaron a acercarse y le ofrecieron una bebida que compartían, agradecido dio un trago y sintió un sabor amargo del líquido que resbaló por su garganta.

– ¿Qué es esto? – preguntó al sujeto que se encontraba a su derecha.

– Peyote, le contestó éste, – una planta que se da en un desierto lejano, te ayudará a descansar. –

Unos minutos después, sintió que se relajaba, se recargó en un tronco caído y las llamas de la hoguera empezaron a tomar extrañas formas; de ellas surgían rostros de personas que no conocía, en ellos se reflejaba un lamento que parecía brotar de de la agonía de la axfisia

Sintió que el mismo se hacía uno con el fuego y viajó hacia un mundo desconocido en el que el piso era gris y liso, se encontraba rodeado de muchas personas que caminaban con prisa. Alguien le empujó y por poco cae, el otro ni siquiera volteó a verlo; atemorizado decidió refugiarse en el quicio de una puerta y así pudo ver hacia arriba. Las casas eran altísimas, la vista apenas le alcanzaba para distinguir dónde terminaban. El camino gris cambiaba a negro y sobre el pasaban otras criaturas que dentro llevaban personas. No quería estar ahí, se sentía indefenso frente aquella vorágine y cerró los ojos deseando intensamente salir de aquel lugar.

Un estruendo le hizo abrir los ojos, las imágenes fueron más atemorizantes: veía montañas arrojando fuego y humo que subía a grandes alturas, ríos de piedra caliente fluían quemando todo a su paso, arrasaban bosques y casas, la gente corría desesperada tratando de salvarse, pero era inútil, el calor les llegaba abrasándolos y matándolos en pocos segundos, no quería ver eso y de nueva cuenta cerró los ojos.

Escuchó un fuerte rumor y al levantar sus párpados, su vista solo encontró agua, flotando había una gran cantidad de pedazos de tela parecida al ayate que usaba para cubrirse. Curioso tomó uno de aquellos objetos y comprobó que era un extraño tejido, pues no tenía rugosidades, era muy liso, como si fuera delgada piel de un animal, bajo el agua, aquel tejido dañaba a los seres del mar, cubría las agallas, lo comían confundiéndolo con alimento y morían lentamente. De nueva cuenta cerró los ojos, deseando borrar de su mente aquella terrible imagen.

Estaba flotando sobre una gran pueblo  y en las calles se veían cadáveres cubiertos apenas con una sábana, no había quien se hiciera cargo de ellos y podía observar que un aura color acre rodeaba a esos cuerpos, como si fuera una amenaza para el que a ellos se acercara.

La visión de muerte era terrible y, cerrando los ojos, cubrió sus párpados con las manos, mientras , de sus pulmones  brotaba un gemido de temor y angustia.

La calma le rodeo y escuchó que le decían – ya puedes abrir los ojos, todo ha pasado -. Obediente retiró las manos de su cara y se encontró con un hombre cuyo rostro, surcado de arrugas, delataba una vida de experiencia. ¿Qué ha pasado? Le preguntó.

VIDEO DE LA COLUMNA
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Con la mirada triste aquel anciano le dijo: – La tierra se está sacudiendo para quitarse a la humanidad de encima. Los hombres la han maltratado, la ambición y la negación del daño que están causando ha traído a esto y ella ya no los quiere tener, así que ha decidido quitárselos, igual que un perro que se sacude para arrojar a las pulgas que le molestan – concluyó.

Sintió que se diluía y se fundía con las llamas que le habían llevado a aquel extraño sueño.

 Crédito de imágen destacada: BBC

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About Post Author

Oscar Muller Creel

Oscar Müller Creel es Doctor en Derecho especializado en derechos humanos, ética profesional, seguridad publica, corrupción y libertad de expresión. Ha escrito diversos libros y artículos científicos. Columnista en varios medios de comunicación internacionales, tanto para prensa como radio. Si usted desea publicar esta columna en su medio de comunicación, agradeceremos se comunique con nosotros. OMC Opinión. Todos los Derechos Reservados 2015
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