Los acuerdos migratorios y Adrianápolis, una lección de la historia

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Todo se había vuelto en contra. Lo que parecía una batalla segura para los ejércitos romanos en aquel lejano territorio de Europa del este se volvió contra ellos, y parecía avecinarse un desastre. Así pensaba el emperador romano Valente mientras soportaba el dolor que una flecha que se había insertado en su pecho y perforado un pulmón, le causaba. Los jefes de su guardia personal, Demetrio y Sebastos, condujeron al grupo que custodiaba al emperador hacia aquella pequeña y destartalada cabaña de madera, que unos cuantos años antes debió haber sido el hogar de una familia campesina.

Los godos que les seguían vieron cómo aquellos soldados romanos buscaron refugio en ese pequeño lugar, y no lo pensaron mucho, prendieron fuego a la cabaña que, debido a la resequedad del material con que estaba construida, fue consumida por las llamas que también mataron a quienes en ella se refugiaron.

Fue así como terminó la vida del emperador romano Valente, aquel año 378 de nuestra era, todo pasó con la unión de dos fenómenos: un desplazamiento forzado y la corrupción del ejército romano. El libro “Godos” de Pedro Santamaría nos revela, a través de su lectura, cómo se dieron las circunstancias que provocaron la batalla de Adrianópolis que, 100 años después, llevaría a la caída del Imperio Romano, tras casi 10 siglos de existencia.

Ese acontecer histórico representa en mucha medida la predicción de lo que puede suceder en México, con el fenómeno migratorio que se presenta por el desplazamiento de decenas de miles de seres humanos desde Centroamérica, derivado de la violencia y desestabilidad política y económica en esa región, cuya principal fuente es la intervención estadounidense que ahí se presentó desde los años 70 del siglo pasado.

Durante siglos, las fronteras del Imperio Romano estuvieron marcadas por los dos grandes ríos de Europa del este: el Rin y el Danubio. Al este de estas vías fluviales vivían pueblos de muy diversos orígenes: germanos, godos, visigodos, dacios, tracios y muchos más, cuyas características comunes eran su dedicación a la agricultura y su gran espíritu guerrero.

El Imperio Romano, se encontraba en graves dificultades. Era tal su necesidad de mantener y acrecentar sus ejércitos que continuamente hacían levas en sus territorios, llevándose de los campos a todos aquellos que pudieran servir como soldados. Estas continuas levas hicieron que los campos quedaran sin gente que les trabajara y por consecuencia la producción de alimentos era un desastre, urgía gente que trabajara los campos para producir los alimentos que permitieran abastecer las tropas que vigilaban las fronteras del imperio.

Otro fenómeno se presentó al otro lado de los ríos, hordas de pequeños hombres de ojos rasgados y piernas curvadas, que parecían vivir sobre sus monturas y tener arcos que contenían, en sus cuerdas, la misma fuerza de los Teutones; invadían, atacaban y desolaban los campos y, las familias godas, se vieron obligadas a atravesar los grandes ríos y adentrarse en el territorio romano.

Cuando estas noticias llegaron a Constantinopla, el emperador Valente, asesorado por sus consejeros, tomó una decisión: conociendo el espíritu guerrero de los godos, pero también su dedicación a la agricultura, aquello que parecía un conflicto, en realidad representaba una solución al problema que enfrentaban. Les distribuirían por los territorios abandonados, dándoles tierras para que las cultivaran y a los jóvenes en edad de pelear, les enlistarían en las tropas del imperio.

Pero esto debía realizarse en un territorio enorme, equivalente a lo que hoy abarcan Francia y España juntas. Así se contactaron a los líderes de los pueblos godos y se les informó que el imperio les proporcionaría víveres en tanto se les iría desplazando por el territorio para proporcionarles tierras que trabajaran.

Por órdenes de Valente, de todas las ciudades grandes del territorio, partieron caravanas con víveres y aperos de labranza que debían ser entregados a los godos, como primer paso para el plan, de por sí lógico y práctico del emperador romano. Pero hubo una situación humana no considerada en el proyecto: la corrupción.

El ejército romano era profundamente corrupto, por lo que cuando llegaban a los desplazamientos godos, en vez de hacer el reparto de víveres y aperos en la forma ordenada, los soldados romanos se dedicaron a vender esas mercancías a los godos, quienes, famélicos, no tenían otra cosa que aceptar las condiciones que se les imponían y en muchas ocasiones entregar a sus hijos, que eran vendidos como esclavos para el trabajo o su explotación sexual.

Fue la corrupción del ejército romano lo que provocó que los godos se rebelaran y, unidos bajo el liderazgo de Fritigerno, derrotaron a las tropas romanas en la batalla que describía al principio de esta aportación.

Hoy México se encuentra en una situación similar: la violencia y el hambre desplazan a miles de familias desde territorio centroamericano allende el Suchiate. Muchas de ellas buscan llegar a Estados Unidos y México se ha visto en la necesidad de aceptar condiciones impuestas por el gobierno norteamericano bajo amenazas comerciales.

Al igual que lo hizo Valente, es momento de enfrentar lo inevitable, el desplazamiento no se puede evitar en un corto plazo y, muy posiblemente, centenas de miles de centroamericanos llegarán a territorio mexicano y el gobierno de Estados Unidos aceptará a quienes le dé la gana y el resto lo dejará como un problema de México, o, tal vez, una solución.

Esos migrantes representan una fuerza laboral tanto fabril como agrícola, que podemos aprovechar si manejamos las cosas bien, pero al igual que en el ejemplo, en México nos encontramos con una arraigada corrupción que puede dar al traste con cualquier plan concebido bajo buena voluntad.

Para quienes vivimos en el norte de México no nos es extraño, en ciertas épocas del año, ver las caravanas de nuestros compatriotas que viven en Estados Unidos y viajan por territorio mexicano a visitar a sus parientes; y también sabemos de los continuos casos de extorsión de las autoridades migratorias y policiales hacia esas personas.

La corrupción en las autoridades que tendrían a su cargo la tarea de organizar la llegada e instalación de los migrantes en territorio mexicano es un fenómeno presente y en cualquier proyecto debe ser tomado en consideración, para que esta inevitable migración se transforme en algo bueno para el país.

Imágen destacada: tribunanoticias.mx

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About Post Author

Oscar Muller Creel

Oscar Müller Creel es Doctor en Derecho especializado en derechos humanos, ética profesional, seguridad publica, corrupción y libertad de expresión. Ha escrito diversos libros y artículos científicos. Columnista en varios medios de comunicación internacionales, tanto para prensa como radio. Si usted desea publicar esta columna en su medio de comunicación, agradeceremos se comunique con nosotros. OMC Opinión. Todos los Derechos Reservados 2015
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