Pena de muerte y mutilación una fácil soución

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Nicolas-Jacques  Pellieter fue conducido, en una Jaula, sobre una carreta tirada por dos bueyes, a la plaza de Grève frente al ayuntamiento de París, durante el trayecto la multitud vociferaba insultos y le arrojaba inmundicias. Una vez en la plaza dos fuertes guardias lo tomaron y llevaron arrastrando al templete en el que se encontraba instalada la máquina que se usaría en el, por primera vez, para aplicar la pena de muerte. Su cuerpo fue tendido en las tablas y su cabeza sostenida por el cepo que la inmovilizaba, pudo alcanzar a ver las dos torres de cerca de tres metros de altura y el brillo del sol en la hoja de acero cuyo filo oblicuo estaba destinado a caer sobre su cuello para decapitarlo para que así, se cumpliera con la sentencia de pena de muerte que le había sido impuesta, por haber cometido robo a mano armada. La muchedumbre gritaba entusiasmada esperando el espectáculo y, sin aviso previo, se hizo el silencio, el verdugo se había acercado al mecanismo que dejaría caer la letal hoja en la nuca del sentenciado, el ruido del acero recorriendo los canales de los postes, duró solo unos instantes, seguido del golpe seco que separó la cabeza del tronco del sentenciado. Por primera vez se utilizaba esta herramienta letal que había sido perfeccionada por el cirujano Antoine Louis. El verdugo tomó la cabeza del ejecutado y la enseñó a la muchedumbre demostrando así que la justicia había sido aplicada.

La pena de muerte no había sido discutida sino hasta la segunda mitad del siglo XVIII, cuando también se ponía en duda el poder de los reyes para gobernar, estas ejecuciones eran una forma de justicia ejemplificativa, a través de la cual se mandaba un fuerte mensaje a la sociedad “si realizas esta conducta prohibida, este será tú castigo”. En las discusiones sobre la abolición de la pena de muerte en la asamblea de París, muchas voces se alzaron a favor; pero era tal la fuerza de la práctica que el acuerdo al que se llegó fue el de humanizarla, es decir evitar, en lo posible, que la persona ejecutada sufriera y fue ante esta opción que se perfeccionó la decapitación a través del mecanismo descrito, que luego fue denominado Guillotina. Aún así, la pena de muerte se continúa aplicando en algunos países en el mundo, cuando su eficacia ha sido plenamente discutida.

¿Realmente la pena de muerte disuadirá a quienes puedan convertirse en asesinos o a quienes ya lo sean?, ¿Acaso no es más humano esperar la rehabilitación de un criminal o, si esto no se logra, neutralizarlo para salvaguardar a la sociedad? ¿Es que acaso existe una justicia humana infalible y exenta de cometer errores?

De las noticias que han surgido en las primeras planas de los periódicos en la Ciudad de Chicago, este inicio de semana, destaca la que refiere al gobernador de Illinois, quien ha propuesto la reinstalación de la pena de muerte para los casos de asesinatos en masa y para quienes asesinen a policías u otros agentes de la ley. La propuesta de Rauner es crear una categoría especial de homicidio denominado “asesinato para pena de muerte” y en cuyas sentencias se haya razonado “más allá de toda duda” sustituyendo a la idea de “duda razonable”.

También ha sido noticia la demanda indemnizatoria que los abogados de Ariel Gómez han presentado en contra del Departamento de Policía de la ciudad. Esto debido al procesamiento de dicha persona basado en pruebas falsas que le implicó la estancia de veinte años de prisión. Aunque este no es el único caso de ese proceder del agente de policía ya jubilado Reynaldo Guevara; se han descubierto 18 asuntos de personas que fueron acusadas y condenadas injustamente en casos investigados por dicho policía.

Realmente la propuesta del gobernador Bruce Rauner no puede encontrar un sustento válido, ya antes hemos analizado la aplicación de la condena letal en los Estados Unidos y se ha demostrado que en las sentencias existe un patrón de discriminación racial bastante detectable, lo que también se observa en el uso de la fuerza policial, que es aplicada generalmente a personas de origen afroamericano y la Oficina Federal de Investigaciones ha reconocido fallas en el sistema de justicia, en donde personas inocentes han sido condenadas a la pena capital.

Los críticos del gobernador Rauner mencionan que esta es una propuesta con fines simplemente electorales, pero vale la pena reflexionar y poner en la balanza el caso de Guevara y la conveniencia de la pena de muerte. Si un inocente es ejecutado, no hay remedio posible.

En México esto hay que trasladarlo a las propuestas mutilantes de Jaime Rodríguez Calderón, para comprender que ese señor no tiene idea de lo que habla

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Oscar Muller Creel

Oscar Müller Creel es Doctor en Derecho especializado en derechos humanos, ética profesional, seguridad publica, corrupción y libertad de expresión. Ha escrito diversos libros y artículos científicos. Columnista en varios medios de comunicación internacionales, tanto para prensa como radio. Si usted desea publicar esta columna en su medio de comunicación, agradeceremos se comunique con nosotros. OMC Opinión. Todos los Derechos Reservados 2015
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