Ella trabaja en una empresa de limpieza y su marido en otra, como chofer y cargador, su horario de trabajo generalmente supera las sesenta horas semanales, pero lo hacen con gusto pues saben que es la forma como podrán dar a sus hijos una vida mejor.
La hija entraría a la escuela en una semana y necesitaba calzado nuevo, por lo que ese domingo acudieron a una zapatería en donde decidieron comprar un artículo que se ajustó a su capacidad económica.
- Son 300 pesos. Les dijo la dependiente.
Acudieron a la caja y cubrieron el importe, no eran conscientes que el verdadero valor de aquellos zapatos era poco más de 250 pesos y que el resto de lo pagado, con el peculio ganado con su diario esfuerzo, iría al gobierno; pues correspondía al Impuesto por Actos de Comercio, tampoco eran conscientes que la tienda de zapatos estaba sirviendo como recaudador para el gobierno.
Dice el dicho que de los impuestos y la muerte nadie nos escapamos y es muy cierto, lo que suele suceder es que en la mayoría de los casos no nos percatamos que estamos entregando el fruto de nuestro esfuerzo al gobierno. En México, esto adquiere especial relevancia, pues desde la creación del IVA y otros impuestos, los comerciantes tienen la obligación de incluirlos en el precio y así pagamos impuestos sin ser conscientes de ello.
Inclusive quienes viven en lo que se conoce como economía informal, que es la que no paga las contribuciones o lo hace solo en forma parcial, tiene que acudir a la economía formal y ahí no se salva de pagar impuestos y tampoco se escapan de esto nuestros hermanos que viven en el extranjero, pues con las remesas que envían al país, que son muchas, se llevan a cabo operaciones que causan impuestos.
No me cabe la menor duda que todos los ciudadanos debemos ser productivos para nuestra sociedad y que, por consecuencia, debemos de cooperar con el quehacer público a través de las contribuciones, pero también es evidente que, si es el producto de nuestro esfuerzo el que estamos entregando al gobierno, es justo que conozcamos cuando y cuanto estamos pagando y que es lo que se hace con nuestro dinero, esto es parte elemental de cualquier nación que presuma de ser democrática.
Durante todo el siglo pasado, el uso que el gobierno hacía de nuestro dinero estaba envuelto en la opacidad, los gobernantes no tenían mayor obligación de rendir cuentas, más que a través de un informe anual en el que mucho se decía y poco se comprendía. Claro que esto era uno de tantos telones con los que se cubría el drama de la corrupción que llevaba el uso del fruto de nuestro esfuerzo para el enriquecimiento de muy pocos, los gobernantes y sus cómplices de raterías.
Después de siete décadas de un gobierno de altibajos y controlado por un solo partido, a principios de este siglo, los mexicanos nos alegramos de ver que la oposición había llegado al poder, el candidato del Partido Acción Nacional, Vicente Fox, llegó a la presidencia del país, con la firme promesa de que atraparía a los peces gordos de la corrupción de los gobiernos anteriores, la corrupción y los abusos de poder e injusticias, habían colmado al pueblo de México y decidió votar por esa promesa de cambio, pero la realidad es que la promesa quedó en eso, aunque no todo fue malo.
Entre las cosas buenas que se dieron en ese gobierno fue la creación en 2002, del Instituto Federal de Acceso a la Información, que seguía una tradición que venía de las principales democracias como Finlandia que lo establece en 1951, Estados Unidos en 1966 o Dinamarca en 1970. Siempre con la finalidad de quitar ese telón que cubría el mal uso de los dineros públicos y de que los gobernados tuviésemos acceso a lo que se hace con el fruto de nuestro esfuerzo.
En ocasiones se ha abusado de la ley y se ha ocultado o pretendido ocultar el manejo de nuestro dinero, uno de los casos más escandalosos fue la obra conocida como Segundo Piso de la ciudad de México, que se construyó entre diciembre de 2000 y julio de 2005, obra que nos costó más de dos mil millones de pesos, cuyos datos fueron cerrados al público por decisión del entonces Jefe de esa urbe, Andrés Manuel López Obrador, solo la insistencia de los periodistas y de los partidos de oposición lograron, luego de diez años se dieran a conocer algunos de los datos de cómo se usó ese dinero.
El organismo de transparencia ha sido una piedra en el zapato de los corruptos, el enojo del pueblo mexicano contra el gobierno de Enrique Peña Nieto y que llevó a López Obrador al poder, tuvo, en mucho su origen en la Transparencia, de ahí salió información para descubrir actos de corrupción como los de la Casa Blanca de Peña Nieto o la de Malinalco de Videgaray, la Estafa Maestra, los escándalos de Odebrecht y los desvíos de fondo para las campañas del PRI, tan solo por nombrar algunos.
Pero como todo en el gobierno de la cuarta transformación (en minúsculas pues no merece más), se está volviendo al pasado, a la época en que los líderes de ese movimiento pertenecían a un añejo partido que gobernaba en la opacidad, la transparencia es tan indeseable como las energías limpias o el uso de las computadoras en las oficinas de gobierno o la mecanización del campo y así el régimen actual ha amenazado con desparecer al INAI, porque realmente le estorba, los escándalos de las hermanas del presidente que implican robos de cientos de millones de pesos en Macuspana y Veracruz, los contratos del hijo de Manuel Barttlet, los de la prima Felipa, el beneficio de los valores de los terrenos de esta última y de la propiedad del presidente en Chiapas, son solo algunos de los ejemplos de lo que la transparencia nos ha dado a conocer sobre lo que se está haciendo con nuestro dinero.
Ahora no me extraña que la Secretaría de la Función Pública, a cargo de Irma Eréndira Sandoval, haya sido opaca ante la Auditoría Superior de la Federación y encuentro muy explicable por qué el presidente dice que el Instituto de Transparencia (INAI) es una maceta que no sirve para nada y que sale muy cara a nuestro país. Al gobierno actual no le gusta que el pueblo conozca que se hace con su dinero.
Crédito de las imágenes: Gobierno de México
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