El terrorismo implica aquellas situaciones de violencia que son dirigidas principalmente contra la sociedad civil y tienen como fin inmediato provocar un daño físico generalmente personal y como fines ulteriores, causar miedo en los grupos violentados y debilitar las instituciones que sostienen a la sociedad.
No existe causa alguna que justifique el terrorismo, pues afecta a personas inocentes que se encuentran en el momento y lugar equivocado y que ninguna injerencia tienen en las políticas de los grupos enemistados; los daños que causa, implican una negativa a los derechos más fundamentales como son la vida, la integridad física y la unión familiar, pues en el pensamiento del terrorista no existe diferencia entre inocentes o culpables, el ser humano se transforma tan solo en un objeto que debe utilizarse y destruirse para el logro de los objetivos buscados.
Desgraciadamente se puede afirmar que el terrorismo es una forma de guerra y que esta, como un reflejo de las ambiciones y la violencia que son naturales al ser humano, es una constante en la historia de las sociedades tanto en tiempos de relativa paz como en aquellos en que la violencia se ha institucionalizado.
Las formas como puede presentarse el terrorismo son múltiples, una de estas, que pudiera pensarse es fruto de la modernidad, es la brutalidad con armas biológicas un ejemplo de la cual hemos visto en los últimos tiempos con el uso del ántrax; sin embargo, esto es mucho más antiguo de lo que parece, el caso del general cartaginés Aníbal quien doscientos años antes de nuestra era, al verse en la necesidad de combatir una flota naval mucho más poderosa que la propia, arrojó con catapultas vasijas de barro con serpientes venenosas que provocó el terror entre los marinero enemigos, que preferían abandonar la nave a enfrentarse a la muerte por envenenamiento; otro caso se daba desde las épocas de los romanos cuando en los sitios de las ciudades el ejército sitiador arrojaba cadáveres con enfermedades infecciosas tras los muros defensivos, con esto amedrentaban a los civiles de la población sitiada, desestabilizando así la defensa de la misma.
El caso de terrorismo biológico que pretendo referir en esta aportación se presentó en el sitio de la ciudad Azteca Tenochtitlan durante la conquista de México, inició en forma accidental pero luego fue utilizado intencionalmente por Hernán Cortés con gran éxito, esto se dio bajo las siguientes circunstancias:
En noviembre de 1519, el conquistador llegó a la ciudad Azteca, que se calcula estaba habitada por 300 mil habitantes, siendo recibido por el emperador Moctezuma quien le dio alojo junto a sus tropas, en el Palacio de Axayacatl. Cortés tomó como rehén al emperador junto a otros señores de alto nivel de mando en el Imperio de los Aztecas.
El conquistador y una parte del ejército que había conformado tuvo que dejar la ciudad para trasladarse a Veracruz, con el objeto de controlar a los enviados del gobernador de Cuba que pretendían quitarle del mando de la expedición y mientras estaba fuera, en Tenochtitlan su segundo al mando, Pedro de Alvarado, realizó un ataque contra el Templo Mayor para interrumpir las ceremonias de sacrificio que los naturales celebraban en honor a sus dioses, lo que fue una gran ofensa hacia los habitantes de la ciudad que repelieron el ataque y obligaron al ejército invasor a refugiarse en el palacio de Axayacatl en donde fueron sitiados.
Al volver, Cortés tuvo que entrar en la ciudad a fuego y acero hasta el refugio de sus huestes, después de varios intentos infructuosos por salir de la ciudad, pudieron lograrlo con grandes pérdidas el 20 de Mayo de 1520, en lo que hoy se conoce, en la Historia de México, como la “Noche Triste”.
Sin embargo un mal había quedado sembrado en la Gran Tenochtitlan, veamos como lo describe Fray Toribio de Benavente, más conocido por los naturales como Motolinía: “….al tiempo que el capitán Pánfilo de Narváes desembarcó en esta tierra, en uno de sus navíos vino un negro herido de viruelas, la cual enfermedad nunca en estas tierras se había visto […] y como las viruelas comenzaron a pegar a los Indios. Fue entre ellos tan grande enfermedad y pestilencia en toda la tierra, que en las provincias murió más de la mitad de la gente…”
El conquistador había conocido la gran fuerza guerrera de los Mexicas y no volvió de inmediato, de hecho tardó casi un año para organizar su ejército a través de alianzas con los reinos enemigos y el avituallamiento a través de sus aliados en Cuba y Santo Domingo; pero las noticias que recibía de los estragos que la plaga de viruela estaba provocando, tanto entre los sitiados como entre sus propios aliados naturales de América, le dieron una nueva forma de guerrear, tomaba las ropas de quienes habían muerto de viruela y obligaba a vestirlas a aquellos que se dirigían a Tenochtitlan, con el objeto de propagar aún más la plaga que azotaba a los habitantes de esa ciudad.
Según los cálculos referido por Alexis Diodemi, las enfermedades infecciosas que los conquistadores europeos trajeron a América diezmaron la población natural; para 1518 que los españoles arribaron a continente Americano firme, existían alrededor de 25 millones de habitantes y un siglo después este número se había reducido a 1,6 millones.
Fue de esta forma como la guerra biológica ayudó a los invasores a apoderarse de los territorios en los que habían florecido culturas con avanzados conocimientos médicos, arquitectónicos, agrícolas, astronómicos y muchos otros, de los que solo nos quedan vestigios debido a la intolerancia del vencedor, que viendo esas culturas distintas a la propia las despreciaba.
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