La palabra viene del latín y se compone de dos partes in que significa iniciar y augurdre, que significa predecir o adivinar el futuro y el discurso del nuevo presidente de los Estados Unidos, en la ceremonia de toma protesta, nos permite darnos una idea de lo que vendrá para ese país, durante los próximos cuatro años.
Fue un discurso no exento de bravura, sobre todo en dos aspectos: el ataque a la clase política norteamericana y lo que han venido estableciendo como forma de gobernar y el ataque a las otras naciones, sobre todo en lo que se refiere al uso de la fuerza militar norteamericana.
Sobre la clase política, se refirió a aquellos que han hecho de la capital norteamericana un centro de sus propios negocios y “un pequeño grupo de Washington, que ha saqueado la riqueza del país”. Más adelante mencionó aquellos políticos flojos que lo único que hacen son charlas vacías. En su propia casa retó a la clase política y a un estatus de intereses creados.
Respecto a la política internacional, insistió, en forma indirecta, sobre su punto de vista que ha venido externando respecto a la organización militar que protege a los países de Europa Occidental y al propio Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, también conocida por sus siglas en inglés NATO, que corresponde a un acuerdo militar de protección mutua entre los países que la conforman y es indudable que el más aporta son los Estados Unidos, por lo que implica el principal aliado de este acuerdo. En lo particular mencionó, ‘hemos subsidiado a otros países para que protejan sus fronteras y hemos debilitado las nuestras.’
Fue así como el discurso estableció, lo que serán las políticas interna e internacional, mi apreciación es que el discurso implicó un reto, que veo muy difícil de cumplir.
Para gobernar, Trump necesita del apoyo del Congreso y, si bien, tiene a una mayoría republicana, esta se conforma por la propia clase política a la que atacó en su discurso inaugural y, por otro lado, el Gobierno Federal, tiene que enfrentar continuamente luchas de poder con los Estados y, en muchos casos, las políticas públicas de estos se verán confrontadas con las del presidente actual. Ya hemos visto señales de esto con las Ciudades Santuario que se han manifestado abiertamente contrarias a las políticas migratorias de Trump.
En lo que concierne a la Política Exterior y en específico el tema de NATO, el crear conflictos con los países que la conforman y con la propia organización, perjudicaría a Estados Unidos, pues esta aquella protege intereses comunes de occidente, que van desde el control de países hasta la lucha contra el terrorismo, por lo que el conflictuarse en este aspecto, implicaría afectar los propios intereses norteamericanos.
Por lo que concierne a la política económica hacia el exterior, el discurso se plantó en una posición nacionalista. Mencionó como la debilidad de las fronteras ha implicado el cierre de fábricas, la pérdida de empleos y la caída de la clase media. Que deberán cambiarse las actitudes hacia un “primero Estados Unidos”, primero comprar lo norteamericano y primero dar empleo a norteamericanos.
Como antes mencioné, un discurso con cierta dosis de coraje, pero muy carente de prudencia, lo que no va con quien quiera ejercer la política, pues las premisas de esta actividad son la cordura y la conciliación. De que le servirá al nuevo presidente ser arrojado si con esto se gana la animadversión de quienes tendrán en su decisión aprobar sus políticas; de que le sirve hablar contra los aliados externos de Estados Unidos, cuando depende de ellos para preservar las políticas internacionales que protegen a su propio país.
Sobre las políticas hacia México, aunque no hizo referencia específica hacia este país, las palabras reflejan la misma intención agresiva que hasta ahora ha presentado. Mencionó que las decisiones sobre migración debieran de tomarse para defender sus fronteras de otros países, que les acarrean problemas y se roban los empleos. Creo que a ‘buen entendedor, pocas palabras’, se refirió a México y en esto parece olvidar que la tranquilidad de Estados Unidos, depende en mucho de las políticas que su vecino adopte sobre temas cruciales como narcotráfico, migración y terrorismo.
La frontera no es propiedad de Estados Unidos, es un territorio que se comparte y que, por esto, no puede ser sometido a políticas unilaterales. Si la administración Trumpista sigue en la misma línea, corre el riesgo que su vecino, ante una actitud de ‘la frontera es mía’, le responda con la respuesta de ‘si es tuya, cuídala tú’.
En fin, nada nuevo, un discurso de reto hacia la clase política norteamericana, hacia la comunidad internacional, pragmático y carente de ideología; pero también plasmado de un nacionalismo a ultranza, que tanto daño ha causado a la humanidad.