El hombre en la cruz

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Cuarenta veces el látigo había golpeado con su brutal salvajismo su espalda, causando profundas y sangrantes llagas. Su rostro había sido golpeado con un guantelete de fierro; le habían hecho cargar el madero de 50 kilos por más de 600 metros en un camino accidentado y en una cansada subida, hacia la colina donde sería ejecutado.

Dos guardias armados le habían seguido en su agonizante recorrido, no tanto para que no escapara, sino para evitar los excesos de la multitud que del reo hacía escarnio. Otros dos sujetos acompañaban a los guardias, eran los expertos en la parte que seguía a su tortura y uno de ellos llevaba el letrero que contenía el nombre del condenado, para que la gente supiera a quien se ejecutaba.

Al final del recorrido le tendieron boca arriba sobre los maderos. En el transversal clavaron sus muñecas con los brazos extendidos y ataron estos para que se sostuviera, mientras elevaban los dos maderos; una vez arriba, clavaron los talones de sus pies en el madero horizontal y luego, en la parte alta, colgaron el letrero con su nombre y la burla que de el se hacía, soltando las ataduras de sus brazos y dejándole sostenido únicamente por sus extremidades.

Cada vez que se movía, un tremendo dolor como un hierro candente recorría su cuerpo. Cuando esto sucedía, no podía evitar emitir un gemido. La posición colgante de su cuerpo, cada vez más, le impedía llenar sus pulmones de aire por lo que llegó el momento en que los gemidos de dolor se transformaron en simples estertores.

El proceso duró más de cuatro horas y durante estas, la cada vez más exigua cantidad de oxígeno que llegaba a sus estresados pulmones, hacia que su cuerpo lo utilizara para las funciones mas vitales, por lo que, cerca del final, su mente ya era poco consciente del dolor que antes le había atenazado. En un momento dado su corazón se paró y su cuerpo se rindió, su espíritu voló libre.

Nicodemus recordaba a los ahí reunidos que, de acuerdo con las escrituras de su pueblo, luego que Dios entregó las tablas de los mandamientos le ordenó reunir a 70 hombres de los más sabios y, con ellos crear un tribunal que juzgaría a quienes obrasen contra las costumbres y las leyes que brotaban de las escrituras. Así surgió el Sanhedrin, lo que era conocido como el Tribunal de Dios, pues era el mismo Dios quien lo había instaurado.

A Nicodemus se le había encomendado la defensa de aquel reo y la planteaba, con la plena convicción de su inocencia y de que enfrentaba en realidad una parodia de juicio.

-Han violado un principio elemental de nuestro proceso, dijo dirigiéndose al Tribunal, pues habéis realizado la mayor parte del juicio durante la noche y ustedes saben que, ha quedado prescrito que los juicios deben llevarse de día para que el pueblo pueda acudir y enterarse de cómo actúa el Sanhedrin, pues con esto se busca evitar los juicios injustos y legitimar lo que el tribunal hace.

-El lugar para juzgar es el Gazith y siempre ha sido así, para que el pueblo sepa donde acudir y ser testigo de la actuación del tribunal, pero han preferido llevar a cabo la mayor parte del interrogatorio en casa de Anás, suegro del sumo sacerdote Caifás, evidenciando así la complicidad de este Sanhedrin para llevar a cabo un juicio, en el que el reo estaba condenado de antemano por ustedes.

-Y, en reproche directo a Anás, Nicodemo lo señaló con el índice y le acusó de haber obligado al reo a declarar bajo juramento, cuando la costumbre siempre ha dictado que, en un juicio que pudiera terminar en la ejecución del reo, no se le podía obligar a declarar auto incriminándose.

-Tú mismo, Anás, le exigiste que declarase bajo juramento y ordenaste a uno de tus sirvientes que le golpeara fuertemente, para obligarlo a declarar, violando así las reglas que tienen por objeto buscar condenar solo a los culpables y dejar libres a los inocentes.

-Ustedes han roto el principio completo y absoluto de defensa, poniendo todos los obstáculos posibles para impedir que el reo tuviese las mínimas garantías de un juicio justo. Estamos en Pascua y saben bien que la ley nos prohíbe llevar a cabo juicios en los días de fiesta, pues de otra forma se entorpece la posibilidad que el pueblo atestigüe si el proceso se ha llevado, conforme a las reglas de la ley o se han violado estas.

-Han presentado 12 testigos, todos ellos gente venal y deshonesta, violando así el derecho que tiene el reo que aquellos, que en su contra declaren, sean personas reconocidas por su honorabilidad. Cada vez que les interrogaba y les hacía caer en contradicciones ustedes hacían un escándalo, protestaban y levantaban la voz para impedir que se evidenciase la falsedad del testigo.

-¡Tres días! ¡tres días marca la ley! para que la sentencia que se emita sea ratificada. Bien saben que esto se hace para que los miembros del Tribunal recapaciten sobre su voto inicial y ante la posibilidad de que surjan nuevas pruebas en defensa del reo. Pero ustedes han condenado y ordenado la inmediata ejecución, sin esperar esos tres días.

-Han violado los más elementales derechos de defensa que establecen la ley y la costumbre, porque este juicio se trata de temor y venganza, temor al hombre que se ha atrevido a criticarles abiertamente y venganza porque en su critica ha evidenciado la ignorancia y la corrupción que invade a este Sanhedrin.

-Que Dios se apiade de su alma, término Nicodemus.

Horas después un guardia viendo que el reo en la cruz no presentaba señales de vida, comprobó su muerte hiriéndolo con su lanza en un costado.

La información para escribir esta aportación la he tomado de los libros: “El Proceso de Cristo” del jurista Ignacio Burgoa O, (Q. P. D.) Y “La Mano del Predicador” y “42 días” de Miguel Lorente.

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About Post Author

Oscar Muller Creel

Oscar Müller Creel es Doctor en Derecho especializado en derechos humanos, ética profesional, seguridad publica, corrupción y libertad de expresión. Ha escrito diversos libros y artículos científicos. Columnista en varios medios de comunicación internacionales, tanto para prensa como radio. Si usted desea publicar esta columna en su medio de comunicación, agradeceremos se comunique con nosotros. OMC Opinión. Todos los Derechos Reservados 2015
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