Es un pequeño organismo en forma de tubo, tan pequeño que se requiere de un microscopio potente para poder verlo, así que encontraba perfecta cabida en la sangre de aquella pequeña pulga que, en la ciudad de Chang`an, había subido a una rata y sorbido de su sangre caliente para alimentarse y, al mismo tiempo que chupaba, inyectaba sus desechos en el mamífero y entre estos iba aquel microscópico tubo que ahora conocemos con el nombre Yersinia pestis, pero cuya existencia era desconocida en aquel tiempo.
La rata infectada se escondió en un bulto de tela que subieron a un carro y ahí otras pulgas sorbieron de su sangre e inyectaron la bacteria a otros mamíferos, que fueron viajando a través de la conocida ruta de la seda que transcurría desde el oeste del Imperio Chino, hasta Europa, en la primera mitad del siglo XIV.
Aquel gran almacén se encontraba en la oscuridad, un poco de luz lunar que alcanzaba a colarse por las altas y estrechas ventanas del edificio, permitía ver como las ratas salían de sus escondrijos. Habían llegado luego de un tranquilo viaje por el Mediterráneo, en el barco mercante que, en el puerto italiano de Mesina, había descargado su mercancía: tela, seda, granos, especias, manufacturas y muchos efectos de gran demanda en la Europa Medioeval y con estas las ratas, portadoras de lo que sería conocida como la peste negra, que encontraría en el poblado territorio europeo un hábitat donde desarrollarse.
Ha sido una grata experiencia releer el libro de Ken Follet “Un mundo sin fin”, en el que se nos relata la experiencia que se sufrió en la Europa Medioeval a raíz del ataque de esa enfermedad que se fue extendiendo desde el sur de Italia, hasta Inglaterra y Rusia, matando a más de un tercio de la población.
La trama se desarrolla en una pequeña ciudad sujeta al gobierno de un priorato y cuya principal fuente de vida era el comercio, el primer ataque de la plaga se sitúa en 1348 y la medicina de ese tiempo poco podía hacer frente a la enfermedad, solo los monjes podían ser médicos y esa categoría la adquirían luego de años de estudios en Oxford, en donde las máximas habilidades de curación se centraban en aplicar sangrías y emplastes, generalmente con compuesto de excremento animal o humano, en las heridas.
La medicina en manos de la Iglesia sustentaba la curación de las enfermedades en el poder de Dios y los hombres dedicados a la divinidad eran los que tenían el poder de sanar.
Esta mezcla de superstición, religiosidad y quehacer médico tuvo fuertes repercusiones en el avance de la enfermedad y el actuar social, no es de extrañarse que surgieren grupos de personas que caminaban por las calles implorando el perdón por sus pecados mientras se flagelaban la espalda o realizaban otros actos de sufrimiento físico, considerando que esto les salvaría de la enfermedad y quitando con esto poder a la iglesia sobre la curación divina.
Quienes habían adquirido conocimientos de curación a través de la experiencia herbolaria o de haber servido como curanderos en los ejércitos, eran los que realmente tenían la capacidad basada en la práctica y la experimentación, que les permitía aplicar métodos curativos para gran cantidad de dolencias y es aquí donde surge la heroína de la historia, una monja que había aprendido los artes de curación llamada Caris, que se oponía a los métodos utilizados por los monjes, en muchos casos con poco éxito, pero su dedicación a los enfermos le dió credibilidad en la población y así, cuando la Peste negra vuelve a atacar a Inglaterra, Caris logra que se tomen medidas nuevas: se cierran las puertas de la ciudad y los comerciantes y agricultores tenían que llevar sus mercancías a las puertas de la muralla y alejarse de ellas. Las negociaciones se hacían desde las murallas y este aislamiento duró durante seis meses evitando que la enfermedad se propagara en la población.
Las similitudes entre lo sucedido durante esa época y lo que ahora estamos viviendo con el COVID-19 son muy grandes, pero el ejemplo del aislamiento que nos relata el autor es una clara visión de cual es la forma de controlar esta nueva pandemia que estamos enfrentando, evitar el contacto social y aislarnos en nuestro hogar es la principal arma contra una enfermedad que se propaga entre los seres humanos.
Y hay algo más, a pesar de que, luego de la peste, la economía de la Europa Medioeval se vio gravemente afectada, surgieron factores que dieron base a nuevas formas de agricultura, artesanía, construcción y sobre todo medicina, que permiten afirmar que la Peste Negra fue la chispa que encendió, con el transcurso de los siglos, la época del renacimiento.
Aprovechemos las enseñanzas de la época que nos toca vivir y salgamos de esta pandemia resurgiendo como el ave Fénix con mayor esplendor y solidaridad social de la que teníamos cuando cerramos las puertas de nuestras casas.
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