En la Abadía de Westminster se conserva una sala que se compone de ocho paredes, algunas de ellas pintadas con vistosos murales y otras con vitrales que dejan pasar una luz multicolor. En sus diversas entradas se pueden ver estatuas de los prominentes personajes que han hecho resonar la bóveda con sus discursos que han marcado la historia de Inglaterra; el piso de baldosas decoradas se conserva en buen estado y es testigo de las pisadas de quienes han luchado por la diplomacia de ese país.
El rey Eduardo III fue querido por el pueblo inglés dado su buena forma de gobernar y las victorias obtenidas en las guerras contra Francia, pero él y su reinado ya estaban en decadencia en 1357. El monarca se caracterizó por cometer algunas locuras, que eran toleradas en atención a sus aciertos en la administración del país, pero cuando llegó a avanzada edad, estas eran cada vez más constantes y el descontento brotaba por doquier y la Cámara de Comunes, que representaba a la burguesía, decidió llevar a la destitución a varios de los ministros nombrados por el rey y expulsar a la amante de éste del palacio, pues los abusos con los fondos de las arcas públicas estaban fuera de control y el anciano monarca, dado su estado de salud, nada hizo para evitarlo.
Empêchement era la palabra que continuamente resonaba en las paredes de aquel recinto,
en el francés normando, muy utilizado en ese tiempo, expresaba el sentir de los parlamentarios, una vergüenza por lo que se había convertido el reinado y así, cada vez que se proponía la destitución de algún ministro, los parlamentarios apoyaban la moción gritando la palabra, que con el tiempo se transformaría en Impeachment.
Así nació la regla que se convirtió en ley, el parlamento podía destituir a los funcionarios reales cuando estos cometieran actos graves, se caminaba por la senda de la democracia que apenas iniciaba en la isla británica.
Esta tradición llegó a América con los colonos ingleses que derivaban de los protestantes puritanos que aplicaron la misma regla a Stafford, el comandante del luego destituido rey Carlos y para estos nuevos habitantes de la colonias, representaba una herramienta esencial para preservar el uso del gobierno dentro de límites estables y favorables a la comunidad, por lo que no es de extrañarse que la misma figura fuera adoptada en el artículo 2 de la Constitución que se creó cuando las colonias lograron su independencia, estableciéndose la facultad de la cámara de representantes de someter a proceso a funcionarios, jueces o el mismo presidente por traición, cohecho o faltas graves, para luego pasar el caso al Senado para que este decida sobre la responsabilidad.
De nueva cuenta esta figura aparece en la escena, ahora en una investigación contra Donald Trump, se le acusa de haber condicionado a Ucrania la entrega de ayuda, que había sido aprobada por el Congreso, a cambio de favores personales: información sobre personajes relacionados con sus rivales políticos. Quid pro Quo, refieren los congresistas, es decir un dar a cambio de algo.
En alguna aportación pasada mencioné que corrupción es: el uso de poder otorgado en beneficio propio o de un tercero y la cuestión es entender si en el caso de Trump nos encontramos con esta figura.
Creo que la respuesta es afirmativa, pues la ayuda a Ucrania tiene dos elementos que deben considerarse para el caso: esa ayuda se conforma con el dinero de los contribuyentes norteamericanos y fue autorizada por los representantes de los ciudadanos de ese país.
Queda muy claro que Trump utilizó el poder que le otorgó el mandato presidencial para satisfacer intereses propios, por lo que eso entra en el concepto de corrupción mencionado, aún y cuando no estuviese previsto como delito en la ley.
Pero hay un aspecto aún más grave, la ayuda a Ucrania se ha venido dando como una parte de la política exterior de EEUU, evidentemente porque a este país le conviene conservar como aliada a la nación de Europa del Este, que implica un punto estratégico en la geopolítica de esa zona y el condicionamiento de esa ayuda, por servicios personales crea desconfianza en el gobierno ucraniano y esta se trasmite hacia los demás aliados de la región.
Es así como el famoso quid pro quo de Trump, no sólo implica una conducta indebida al pretender usar los bienes de la nación en su propio provecho y al desacatar las disposiciones del congreso, sino que también causa un grave daño a la política exterior de EEUU, al desestabilizar la confianza de los países aliados en una zona de gran importancia dado la fragilidad de las relaciones con Rusia, la gran potencia de la región.
Si la palabra impeachment tiene su origen en la vergüenza que causaba a los parlamentarios ingleses los abusos de la corte, ahora se puede aplicar en su total significado a lo hecho por Trump, a quienes muchos conciudadanos no dudarán en decirle “I’m ashamed of you, Mr. President.”
—Oscar Müller Creel es doctor en Derecho, catedrático y conferencista. Puede leer sus columnas en www.oscarmullercreel.com