Juan Sin tierra, un monarca sin jueces

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En la ribera del río Támesis hay un lugar conocido como Runymade, ahí se puede observar un pequeño monumento que comprende una cúpula sostenida por siete pilares y bajo ella una columna con una placa que menciona: “En conmemoración de la Carta Magna, símbolo de la Libertad bajo el orden de la Ley”. Esta edificación fue erigida por la Asociación de Barras de Abogados de Estados Unidos, en el año 1957, con el objeto de rendir homenaje al evento acontecido 800 años antes en ese lugar: la firma de la Carta Magna.

Guillermo el Conquistador es reconocido como el primer Rey de Inglaterra, pues en 1066, luego de vencer a los diversos lores que disputaban el territorio de la isla, unificó los distintos Señoríos bajo un solo mando. Para poder tener control, decidió que las tierras pertenecían al monarca y que este concedía su uso a los señores que las poseían, los que, ante la amenaza de perder sus posesiones, se apegaban a la voluntad del rey, quien les cobraba impuestos por el uso de las tierras.

Durante 150 años el sistema creado por Guillermo funcionó, pero el Rey Enrique II, al repartir las tierras entre sus hijos, dejó fuera a uno de ellos Juan, a pesar de eso, el desheredado accedió a la corona cuando su hermano Ricardo (conocido como “Corazón de León”) partió a las cruzadas y fue tomado como rehén.

Juan, conocido como “Juan Sin Tierra”, no era popular y se mantenía en constante conflicto con el Rey de Francia. En 1014 convocó a los Señores Feudales a una invasión a Francia, estos por su compromiso de lealtad a la corona, se vieron obligados a que hacer levas y equipar un ejército, con un alto costo. La invasión terminó en derrota para los ingleses, quienes volvieron fracasados y humillados a su isla.

Con un profundo malestar por las políticas del monarca, la nobleza de Inglaterra se unió e impuso al Rey Juan un compromiso plasmado en un documento, que contiene 63 artículos entre los que se sostiene el que ningún hombre libre puede ser condenado a prisión si no es a través de un juicio de sus pares (el jurado compuesto por ciudadanos), así nacieron dos situaciones:

Hasta entonces eran los jueces del Rey quienes juzgaban en el sistema inglés, pero al establecerse que fueran los mismos ciudadanos libres, los que a través de un jurado decidieran los conflictos, se privó al monarca de su facultad de juzgar a sus súbditos libres; pero también nació el derecho a un juicio, es decir ningún hombre libre podría ser privado de su libertad, vida o posesiones, por una simple orden del monarca, sino que debía ser a través de un proceso en el que el acusado tuviera real oportunidad de defensa (Debido Proceso).

Así desde 1215 brotó el germen, de lo que en la historia moderna se ha convertido en uno de los principales pilares de la democracia, un poder judicial independiente del ejecutivo que garantiza un equilibrio en la balanza del poder político y auxilia a evitar los abusos del poder.

En la Carta Magna brota lo que es la separación del poder judicial y del ejecutivo (en ese caso representado por el Rey), lo que evolucionaría con los siglos en la separación de poderes: el que crea las leyes (Legislativo), el que las interpreta para decidir conflictos (Judicial) y el que administra al Estado (Ejecutivo, en nuestro sistema encarnado en el presidente). En la actualidad, esa organización es la base de cualquier sociedad democrática, en la que cada poder tiene sus funciones específicas, determinadas en un código superior a todas las demás leyes (Constitución) y con esto se evitan los abusos de la concentración del poder, como ha sucedido en los regímenes donde el poder se concentra en una sola persona, como era en las monarquías o pasa en la actualidad con los gobiernos autoritarios en que los poderes legislativo y judicial se encuentran sometidos a la voluntad de quien detenta el ejecutivo; en buena parte así sucedió en el México gobernado por un partido dominante (el PRI), cuando el presidente dictaba órdenes que eran obedecidas por la mayoría en el congreso o algunos jueces sumisos.

El titular del Juzgado Segundo de Distrito en Materia Administrativa, Juan Pablo Gómez Fierro, con valentía, ha emitido acuerdos que contradicen al presidente, quien ha amenazado con investigarlo. Foto La Jornada.
El titular del Juzgado Segundo de Distrito en Materia Administrativa, Juan Pablo Gómez Fierro, con valentía, ha emitido acuerdos que contradicen al presidente, quien ha amenazado con investigarlo. Foto La Jornada.

 

En este querido México, la búsqueda de la democracia y con ella un auténtico control del presidente y los legisladores, a través de la independencia de jueces que puedan decidir conforme lo marca la Constitución, ha sido una lucha de muchas décadas y que se encuentra inacabada.

Por eso, el presidente que evade las decisiones de los jueces y amenaza a aquellos que emiten juicios en contra de sus deseos, me lleva a pensar que, en el México de hoy, la independencia del juzgador, que en la época moderna brotó de esa Carta Magna, es como una estatua de la Justica hecha de hielo, que está derritiéndose en el aberrante calor de la egolatría de un solo hombre.

Crédito de la imágen principal: recreacionhistoria.com

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Oscar Muller Creel

Oscar Müller Creel es Doctor en Derecho especializado en derechos humanos, ética profesional, seguridad publica, corrupción y libertad de expresión. Ha escrito diversos libros y artículos científicos. Columnista en varios medios de comunicación internacionales, tanto para prensa como radio. Si usted desea publicar esta columna en su medio de comunicación, agradeceremos se comunique con nosotros. OMC Opinión. Todos los Derechos Reservados 2015
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