En Brighton Park, un barrio en Chicago, hay una tienda de abarrotes que presenta la imagen típica de “La tienda de mi barrio” que me tocó vivir de niño. Me llamó la atención, pues en su pared exterior se anuncian los productos que venden y entre estos se ve la palabra “hamon”. Siempre lo consideré un error, pero ahora caigo en cuenta de que en realidad es la mezcla muy propia de las palabras ham, en inglés, y jamón, en español, que tienen el mismo significado, es decir el embutido que solemos comer en nuestros sándwiches.
Esto lo he comprendido luego de leer el libro cuyo título es el mismo de esta columna, me refiero a la obra de Fey Berman, doctora en artes, cuya lectura me dejó una gran cantidad de reflexiones sobre la cultura latina en Estados Unidos. Fey tiene una gran comprensión de las artes, lo que le da una visión especial sobre la forma de ver la vida que ha surgido de los migrantes mexicanos o descendientes de ellos, que viven en el país anglosajón.
Es un enfoque interesante que nace de la observación, a través de los años, sobre las distintas expresiones artísticas que se han presentado por mexicanos en ese país. El libro nos lleva a un recorrido por las diversas expresiones: pintura, música, teatro, cine, coreografía, exposiciones, de mexicanos o latinoamericanos, que se han destacado en su profesión, pasando también por el análisis de otras facetas como lo político o social; trasladándonos a la comprensión de lo que la autora identifica como mexamericano, idea que “va mucho más allá de la miope imagen que el gringo común tiene de nuestra cultura”.
Aunque el término “mexamerica” ya había sido utilizado por Lester Langley, en su libro “MexAmerica: two countries, one future”, hace dos décadas; Fey Berman le da una especial connotación que se desarrolla a través de la lectura de los diversos análisis y crónicas que se contienen en su obra. La lectura de sus aportaciones lleva al lector a estimar la obra de los hispanos en EEUU, a través del conocimiento de sus vidas, esfuerzos y luchas para sobresalir, en una sociedad que les considera inferiores, por su simple origen.
Algunas frases del libro me llamaron la atención, por corresponder a un sentimiento que comparto, pero que es muy propio de aquellos que, teniendo origen latinoamericano, viven en EEUU. Así, al comentar la exposición de dibujos referentes a Donald Trump en internet, creada por Andrea Arroyo y visible en www.unnaturalelection.com, menciona: “En estos momentos en que es indispensable erradicar la irracionalidad de Trump, la iniciativa de Arroyo inspira a la sociedad civil a agruparse, movilizarse y crear un faro a través del cual se pueda realmente actuar”.
En referencia específica a Chicago, y sus habitantes hispanos, menciona: “Como en Gringolandia no son plenamente incluidos, su nostalgia por la patria perdida es profunda”.
Sobre el nacimiento de una nueva cultura que ha brotado de la migración, en la mezcla de lo mexicano con lo americano, menciona: “…los mexamericanos de esta región hemos forjado una identidad transnacional, adaptándonos a lo gringo, sin dejar atrás lo mexicano”.
En otra parte del libro habla sobre los mexicanos que han destacado en el país del norte, razonando que el fenómeno migratorio tiene un alcance muy superior al considerar a los migrantes como simples remesas, pues muchos de ellos significan una aportación cultural y científica a la sociedad estadounidense, la que debe ser motivo de orgullo para los mexamericanos.
Entre otros, menciona el ejemplo del médico Alfredo Quiñones Hinojosa, una de las eminencias más reconocidas a nivel mundial en materia neurológica y de cáncer, quien llegó a EEUU como indocumentado y trabajó como jornalero, hasta que culminó sus estudios con honores. Al cuestionarle la autora sobre el racismo, Quiñones le mencionó que, a pesar de su posición, no ha dejado de ser objeto de esa práctica, con expresiones de “muy listo para ser mexicano”, “pensé que era el portero del hospital”, y otras, agregando que: “El racismo es fruto de la ignorancia y uno debe enfrentarlo con la frente en alto y estar orgulloso de sus raíces y de las contribuciones de los migrantes a Estados Unidos”.
En la última parte del libro se hace referencia a las formas de expresión lingüísticas que surgen con la mezcla del español y el inglés y que, de acuerdo a los estudios del Instituto Cervantes de Nueva York, se trata del mismo idioma castellano que sufre modificaciones, como sucedió con la lengua en la época de la conquista, cuando de la mezcla de las lenguas nativas y el castellano de los conquistadores surgió un idioma español con connotaciones propias.
Una observación de la autora, con la que coincido plenamente, es que los hispanos en EEUU no deben avergonzarse de su lengua de origen y, por el contrario, procurar que en sus hogares se continúe hablando español, pues es a través de la lengua que se conservará la hermosa cultura mexicana, de la que son embajadores todos y cada uno de los mexamericanos en aquel país.