Era un grupo variopinto de amigos, un comerciante, dos burócratas, un ingeniero que trabajaba en una constructora, un médico y un abogado. Durante más de una década acostumbraban a juntarse los jueves para jugar dominó. Pero esa noche, las fichas y sus puntos, eran lo de menos, el comerciante les platicaba que un conocido hacía unas semanas le había platicado sobre unos maleantes que se habían presentado en su negocio pidiéndole una cuota de “derecho de piso” y que se había negado al requerimiento.
El sábado pasado el negocio había sido objeto de un incendio y, cuando los bomberos pudieron extinguir el fuego, entre los restos carbonizados de muebles y mercancía, se encontraban también carbonizados los restos de una persona. Aún no se identificaba el cadáver.
Coraje y miedo impulsaron los comentarios de aquellos amigos: ¡Deben quemarlos en leña verde! decía uno; ¡La pena de muerte es poco para esos desgraciados! opinaba otro; ¡en cuanto los cojan deben ejecutarlos! expresaba un tercero. Solo el médico y el abogado permanecían callados, la formación del primero le inclinaba al respeto a la vida y el segundo comprendía que lo que sus compañeros proponían implicaba el camino del caos.
Luego que sus compañeros bajaron el tono de su conversación, se atrevió a opinar:
– Me pregunto si pensarían lo mismo si la persona que fuera el posible delincuente fuera tu hijo, o hermano o tu padre, -les dijo.
Todos callaron y continuaron escuchando, les explicó que no se puede combatir a la barbarie, con más barbarie, porque sería ponerse al nivel de los delincuentes, que la sociedad organizada y democrática ha encontrado caminos y formas para combatir a la delincuencia, buscando los medios para evitar, dentro de lo posible, el condenar injustamente a una persona.
Cada vez que un inocente es condenado, se comete una doble injusticia, hacia el propio reo que se ve privado de su libertad y familia, sin haber cometido el delito que se le imputa; hacia la propia familia del reo, que muchas veces se ve en condiciones económicas difíciles y es socialmente despreciada; hacia quienes fueron víctimas del acto delictivo, pues no encuentran una verdadera justicia. Pero hay algo peor, el verdadero delincuente queda impune y libre para seguir cometiendo delitos.
-Las soluciones que ustedes proponen, tienen su origen en el coraje y la impotencia, pero nos convertirían en algo peor que el delincuente, nos volvería una sociedad de la barbarie y el caos. – concluyó.
Burlas y risas ha causado la idea del presidente de México de rifar el avión presidencial que se compró por el gobierno en el sexenio de Enrique Peña Nieto, una propuesta que raya en lo absurdo y el éter informático se ha llenado de bromas e imágenes que hacen mofa de lo dicho por el presidente.
Pero mientras los mexicanos duramos una semana riéndonos de eso, parece ser que el verdadero premio de la rifa se escondía tras bambalinas, pues el miércoles 15 se agendó la presencia del Fiscal General, Alejandro Gertz Manero, en el Congreso Federal, para presentar una propuesta de reformas al Sistema Penal Mexicano; pero llegado el día el señor fiscal mencionó que dicha propuesta no estaba lista y su presentación se prolongó hasta el primero de febrero.
No existe la versión oficial de las propuestas de reforma, pero algo se ha filtrado a los medios de comunicación y lo que se conoce es preocupante, pues avances que se habían logrado con mucho esfuerzo, parece se echarán atrás, entre otros la eliminación del arraigo policial en muchos casos y la posibilidad de volver a dar fuerza probatoria a las declaraciones rendidas ante la policía o el Ministerio Público sobre las rendidas ante el juez.
En una declaración posterior el fiscal aceptó la existencia de un paquete de reformas penales, pero argumentó que este no había sido firmado ni presentado oficialmente.
El Sistema penal mexicano, durante gran parte del siglo pasado, tuvo su sustento en la tortura como forma de investigación. Los casos que he relatado en mi anterior aportación, son reales, los conocí como abogado ó a través de los protagonistas de estos, de uno u otro lado, simplemente les he añadido un poco de mi cosecha para elaborar un relato congruente y entendible.
El gobierno de López Obrador se ha visto desbordado por la delincuencia. No se ha presentado un proyecto congruente de combate al crimen y, los fracasos en esa área han sido contundentes, como sucedió en Sinaloa con la liberación de Ovidio Guzmán. Parece ser que, ante la impotencia, se busca retroceder 40 años para volver a los métodos de barbarie policial, más propios de un país dictatorial que de una democracia.
Las críticas que se hacen a la guerra al crimen y la intervención del ejército en el ámbito de la seguridad pública durante el gobierno de Felipe Calderón, son igualmente aplicables al gobierno actual pero empeorado con esta circunstancia de falta de proyecto.
Pero hay retroceso en otro ámbito, el gobierno de AMLO pretende revivir a la difamación como la reina de la censura a la libertad de expresión, otra regresión hacia el autoritarismo, de eso hablaremos en una próxima columna.
—Oscar Müller Creel es doctor en Derecho, catedrático y conferencista. Puede leer sus columnas en www.oscarmullercreel.com