Conforme van llegando los años del otoño de la vida, cada vez más va creciendo el número de amigos que van quedando atrás. Este cuento lo escribí, hace algunos años, en recuerdo de mi entrañable amigo Aurelio, quien falleció en plenitud de su vida. Su pérdida es una de esas cicatrices que van quedando en el recorrer de la vida.
Este año 2017, deseo a todos mis apreciados lectores que esté lleno de esos pequeños milagros que van formando el gran milagro de la vida.
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