El calor era fuerte aquel verano en Filadelfia, los 55 individuos reunidos en aquel salón del congreso lo resentían; pero, aún así, las ventanas permanecieron cerradas para que los debates no se escucharan fuera del recinto. Luego de varios años de deliberaciones, las colonias inglesas en América del Norte se habían puesto de acuerdo y ese estío de 1787, elaboraron un documento que contenía la forma básica de gobierno y los derechos elementales de los individuos, la Constitución del país al que denominaron Estados Unidos de América.
Fue difícil que los representantes de las 13 colonias llegaran a un acuerdo, pues la Corona Inglesa había manejado los hilos del poder con astucia. Conocedora que el poder de gobernar se compone de tres elementos básicos: aplicar e interpretar las leyes que es la capacidad de juzgar; crear las leyes, que es la capacidad de legislar y la de administrar los bienes públicos. Aisladamente, cada colonia tenía un poco de poder en esas funciones y así Inglaterra las mantenía separadas, pues cada una quería conservarlo y, de esta forma, no se unían para pelear contra la corona.
A esta división, las colonias encontraron una solución: se declararían independientes de la corona y cada una tendría las facultades completas para legislar, juzgar y administrar, como si fuese una nación ajena a aquella, pero cederían un poco de ese poder a un poder central y, a través de este, podrían permanecer unidas. Esta forma de organización política se le conoce como Federación y fue tal su éxito que, 37 años después, el modelo que implica la existencia de Estados libres y soberanos, unidos en un pacto, se adoptó en la primer Constitución de México y el devenir histórico hizo que este modelo fuera y viniera, según los grupos en el poder, pero el Sistema Federal Mexicano se consolidó en la Constitución de 1857 y se reafirmó en la que se acordó en Querétaro en 1917.
Así en la Constitución Mexicana se establece que el pueblo ha constituido una república representativa, laica y federal compuesta de Estados libres y soberanos en lo que concierne a su régimen interior y que las facultades a favor del gobierno federal establecidas en la Constitución son las únicas, pues todas las demás corresponden a los Estados.
En México apenas estamos aprendiendo a los juegos de la democracia, pues durante el siglo 19 el General Porfirio Díaz Mirón gobernó el país por cerca de 30 años y el siglo pasado fue él Partido Revolucionario Institucional (PRI) que manejó los hilos del poder y no fue sino hasta el presente siglo en que el poder ha cambiado de manos de diversos grupos.
En la primera década fue el grupo de derecha denominado Partido Acción Nacional (PAN), durante el gobierno de Vicente Fox los Estados gobernados por la oposición decidieron crear un organismo que hiciera frente al poder de la federación y así nació la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO), como una organización que busca crear un equilibrio con el poder central.
Pero en este juego de la democracia creo que quien más ha perdido es la democracia misma, pues los mexicanos nos hemos hastiado de la clase política y cambiado de color tantas veces que ahora los balances de poder parecen desgajarse en un enfrentamiento entre los gobiernos estatales y la federación el que se ha transformado en un debilitamiento de la CONAGO, pues Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, Durango, Michoacán, Jalisco, Colima, Aguascalientes, Guanajuato y Chihuahua, han decidido separarse y formar un organismo independiente al que han llamado Alianza Federalista.
Las demandas iniciales de estos 10 estados se concretaron a una mejor distribución de los ingresos, bajo el argumento que son estas entidades las que más proporcionan al erario de la Federación, pero los motivos de unidad y el mal manejo de la pandemia han causado nuevas fricciones con la Federación y la alianza federalista empieza a verse apoyada tanto por grupos empresariales como por organizaciones de la sociedad civil de los propios territorios de dichos Estados.
Ante la falta de liderazgo del gobierno central en México, se vislumbra la posibilidad de qué 10 o más entidades federativas se separen del pacto federal y formen una diversa nación, lo que vendría a destruir a México como país, con graves consecuencias pues aún y cuando la nación mexicana se encuentra conformada por 31 estados y la ciudad de México, la realidad es que en materia de economía y territorio los 10 estados que se han aliado corresponden a más de la mitad del país.
Tiempos nuevos estamos viviendo en México y la existencia de un liderazgo destructivo y divisionario está logrando su objetivo, quebrantar a un país hermoso, dividiéndolo para tener el control de cuando menos parte de este.
¿Será esa la intención del actual presidente de México, para lograr tener una parte de este país bajo un gobierno totalitario y socialista, qué sólo puede conducir a la pobreza y la indolencia como lo ha demostrado la historia?