Por: Oscar Müller C.
Las palabras de odio, llevan al odio. El odio lleva a la violencia y la violencia extrema lleva a la muerte.
Muchos han hablado de eso durante esta semana y he preferido hablar hoy de palabras de amor, entrega y arte, mientras tanto, lo demás lo dejo a otros.
El cuarto era austero, una mesa de madera simple que se complementaba con una silla que le hacía juego, sobre aquella una jarra conteniendo agua y un vaso de vidrio semivacío, al lado un camastro de simple hechura con un colchón de borra y sábanas de algodón que cubrían el cuerpo de aquel hombre que agonizaba, la hepatitis había acabado con su hígado y todo su cuerpo se había colapsado, lo que se mostraba en las piernas hinchadas por los líquidos que ya su metabolismo no podía procesar; dos hombres que vestían hábito color marrón y en su cintura un cordón de tres nudos que significaban los votos que habían hecho: obediencia, castidad y pobreza, vieron con tristeza como el hermano franciscano Fray José de Guadalupe exhalaba su último aliento, dejando esa existencia que había dedicado a la adoración de Dios, con su vida monacal, pero también con esa hermosa voz que la naturaleza le había dado y entregaba en los coros y obras de su vida religiosa.
Sentado a la mesa de un restaurante en Buenos Aires y disfrutando de una taza de café, aquel hombre de complexión delgada, pelo tupido y una cicatriz que resaltaba en su mejilla izquierda recibía la noticia: su amigo, el tenor mexicano José Mojica había decidido adoptar la vida religiosa y entrado al seminario franciscano en Cuzco, Perú.
Agustín Lara que no era otro que aquel hombre, guardó silencio por un rato y meditó sobre la noticia, sus compañeros, respetaron aquel silencio, mientras los recuerdos venían a la mente del músico poeta de México, Mojica el grande y admirado tenor mexicano, que había conquistado al público de la Compañía de Ópera de Chicago en su interpretación de Pelleas en el Opera House de esa ciudad y luego viajado a Holywood, triunfando en varias películas en donde era la personificación del latin lover del cine sonoro, se retiraba de esa vida y se recluía por propia voluntad en un convento para adoptar la asceta vida de la orden franciscana.
Disculpándose de sus compañeros de mesa, Lara se levantó y tomando una servilleta se sentó en la barra y empezó a escribir…
Fue así como nació una de las más hermosas melodías compuestas por el gran “Flaco de Oro”: “Solamente una vez”. Fue la cantante mexicana Ana María González, aquel año de 1942, quien por primera vez interpretó esa melodía que luego daría la vuelta al mundo y sería traducida a diversos idiomas, dos años después la compañía Disney la utilizaría en la lengua inglesa en el filme de caricaturas “Los Tres Caballeros”, con el título You Belong to My Heart.
La letra de la melodía, a primera vista, da la impresión de ser una canción romántica que habla del amor entre hombre y mujer, pero de un análisis más a fondo podemos encontrar como la decisión de Mojica, de dedicarse a la vida religiosa, brota oculta entre la hermosa evocación lírica del compositor mexicano, veamos:
– Solamente una vez, amé en la vida. Solamente una vez y nada más.
En estas dos frases podemos encontrar la decisión de Mojica de entregar su vida a la adoración a Dios, en una renuncia a la vida mundana por el amor hacia el ideal divino.
Al pensar en la vida de un monasterio, no podemos hacer a un lado la idea de un patio central en el que existe huerto en el que los monjes cultivan parte de sus alimentos, idea que es expresada en la canción de la siguiente manera:
– Una vez nada más en mi huerto brilló la esperanza.
Mojica no se casó ni tuvo familia y tomó la decisión de consagrarse a la vida religiosa luego de la muerte de su madre, hecho que le afectó fuertemente y lo llevó a un estado de tristeza y soledad, lo que se encuentra expresado en la siguiente frase:
– La esperanza que alumbra el camino de mi soledad.
La decisión del tenor mexicano y la exclusiva relación con Dios que esta conllevaba, se encuentra en la siguiente parte de la canción:
– Una vez nada más, se entrega el alma
La resolución de Mojica implicaba echar de la vida que hasta entonces había llevado, todos los bienes materiales y también sus relaciones personales, adoptando los votos de castidad, obediencia y pobreza, lo que se manifiesta en la siguiente frase:
– Con la dulce y total, renunciación
El trato que le da Lara a esa decisión lo supone a una causa divina, al atribuirle el carácter de milagrosa y prodigiosa, cuando menciona:
– Y cuando ese milagro, realiza el prodigio de amarse
Nueva relación con la vida conventual la encontramos en la mención de las campanas a las que da un carácter de alegría y festejo, por la decisión tomada por su amigo, cuando expresa:
– Hay campanas de fiesta que cantan en el corazón
Durante 32 años, Mojica vivió inmerso en la religión y su decisión quedó inmortalizada en la inspiración del músico poeta en esa hermosa canción.
Pueden encontrar las columnas del autor en: www.oscarmullercreel.com y también pueden buscar sus videos en YouTube a nombre de Oscar Müller Creel.