Le llamaban la Isla del Gallo y la leyenda cuenta que, en ella, quedaron varados un grupo de soldados españoles que sufrieron grandes penalidades en ese pequeño territorio frente a las costas de Perú.
Un barco llegó a rescatarlos, proveniente de Panamá, pero antes de abordar el dirigente de ellos se separó y marcó una línea en la tierra con su espada y dijo a sus compañeros: “Detrás de esta línea está la pobreza, pero la riqueza espera a aquellos que tengan el valor de cruzarla, para ir a la conquista del reino que hemos descubierto”.
Fueron 13 de aquellos hombres los que osaron cruzar la línea trazada por Francisco Pizarro y la leyenda dice que fue este acto el momento crucial para la conquista del imperio Inca; en la posteridad se les conoció como los “13 de la fama”.
La ocupación de la región andina llevó a Europa no solo oro, plata y piedras preciosas. Los españoles encontraron un extraño alimento que era la base del sustento popular de los habitantes del imperio Inca, de acuerdo a la lengua que se hablase en la región de aquel imperio, el alimento era identificado con distintos nombres, pero era el quechua el que utilizaba la raíz con la que, en la posteridad, sería conocido ese tubérculo, la papa, que por una confusión de los españoles con la batata del caribe, ha sido denominada en algunos países como patata.
Este alimento fue descrito por el cronista autóctono Garcilaso, en los siguientes términos:
“Otras muchas legumbres se crean debajo de la tierra que los indios siembran y les sirven de mantenimiento, principalmente en las provincias estériles de Cara (maíz) Tienen en primer lugar la que llaman papa que les sirve de pan, comenla cocida y asada y también la echan en los guisados. Pasada al Yelo (hielo) y al sol se llama chuño…”.
En las primeras décadas que la papa llegó a Europa, no fue bien recibida como alimento, aunque entre los años 1571 y 1574, las sequías llevaron hambruna a España y en un hospital de Sevilla, manejado por religiosos, un fraile decidió plantar esa legumbre en el huerto, estos nuevos tubérculos que llegaban de América no eran bien aceptados y se vendían a precios muy bajos y eran rechazados por las clases altas, pero fueron la salvación para muchos de los internos en aquel convento y de ahí se extendió su cultivo a otras parte de España, aunque, por lo general, limitado a las zonas conventuales.
En efecto, en muchos países europeos, a la papa se le consideraba como algo diabólico, su falta de uniformidad en la forma y el hecho que se cultivase bajo tierra, hacían que fuera algo despreciable a grado tal que se le consideraba como causante de muchos males como la sífilis, la lepra y otras enfermedades infecciosas. En algunas zonas de Rusia los campesinos preferían morir de hambre antes que cultivar la papa.
Bastante viajó la papa para llegar al momento de la historia al que nos queremos referir en este relato: Sir Walter Raleigh la llevó a Inglaterra desde las Colonias Británicas, a finales del siglo XVI, aún tardarían cien años para que este alimento fuera adoptado en Irlanda, pero al hacerlo, los vástagos de San Patricio la convirtieron en su alimento principal.
En el siglo XVII, las enfermedades y las guerras habían azotado a Europa: Irlanda no fue ajena a estos fenómenos, la mano de obra en el campo se vio drásticamente reducida, por lo que la producción de alimentos disminuyó y los cambios climáticos trajeron fuertes vientos y tormentas que arrasaban los cultivos de trigo y centeno, lo que dio una oportunidad a la entrada del tubérculo protagonista de nuestro relato.
La papa fue adoptada con entusiasmo por los irlandeses, se convirtió en la base del sustento del pueblo de la verde isla, era el alimento cotidiano en el desayuno, comida y cena y llegaron a producir un whisky derivado de la destilación de ese alimento.
En el verano de 1846, luego de cuatro días de intensa lluvia, el joven campesino irlandés Patrick O’Donnell miraba con extrañeza cómo el verdor de las hojas se veía alterado por manchas oscuras y al reverso de ellas aparecía una especie de polvo blanco, corrió hacia la casa y lo enseñó a su padre quien no pudo reprimir un gesto de miedo, sabía que una enfermedad estaba atacando la cosecha de papa, pero desconocía su magnitud. Seis meses después Patrick y su hermano, de apenas 12 años, abordaron un barco que los llevaría al norte de América.
Ahora sabemos que lo que afectó aquellos cultivos es un parásito conocido popularmente como Tizón Tardío, que ataca ferozmente a las plantas de la familia de las solanáceas, como lo es la papa. En aquel tiempo, solo tardó dos años para acabar con la cosecha del tubérculo en Irlanda, provocando lo que ha sido conocido como “La gran hambruna de la papa”. Más de un millón de irlandeses murieron y otro tanto emigró.
Extraña historia del viaje de la papa a través del tiempo y de los continentes, pero algo bueno ha salido de esta: la diáspora irlandesa que llevó la cultura de ese pueblo a buena parte del mundo.
Este domingo, los hijos de la isla esmeralda, en muchas ciudades alrededor del mundo, festejan el día de San Patricio.
En Chicago el río se teñirá de verde para dar inicio a las expresiones del orgullo irlandés. Éirin go Brach.